Las imparables expansiones de los mongoles podrían haber continuado por todo el terreno hasta el Atlántico, pero una muerte en la familia del kan reinante obligó al general occidental e hijo de Kublai Khan, Helegu, a volver a Irán. Siria y los nuevos territorios occidentales se perdieron rápidamente.
Hulegu y su primo Berke (un general oriental) comenzaron entonces a enfrentarse por la aparición de muertes sospechosas en los seguidores de cada uno de ellos, con lo que se dividieron los territorios y ejércitos internos en discusión. Kublai reprimió rápidamente las revueltas internas y envió de nuevo a los ejércitos a que continuaran con la expansión y la conquista. Sin embargo, la solidaridad del ejército y el gobierno mongoles había quedado debilitada, con lo que se asentaron las bases para la caída del imperio.
Un gran número de disputas y luchas internas entre la familia del kan y sus generales durante los cien años subsiguientes fueron debilitando el imperio aún más. Con la muerte del kan en 1335, Persia cayó rápidamente en la anarquía. La llegada de la peste negra en esta época también mató a la mayor parte de los cargos públicos, cortó los lazos comerciales con los aliados del imperio y acabó con millones de habitantes. Huelga decir que el caos estalló.
En poco tiempo, las provincias occidentales cayeron, a lo que siguió la pérdida de China en 1368. Los mongoles que quedaron volvieron rápidamente a su tierra natal, Mongolia, y se dispersaron de nuevo en hordas y tribus más pequeñas. En apenas treinta años, el imperio que otrora gobernó el mundo quedó reducido a escombros.