Cuatro años después de convertirse en faraón, Ramsés dirigió un ejército al norte para retomar las provincias rebeldes que su padre no había podido conquistar. Al parecer, la campaña tuvo éxito y el ejército consiguió llegar hasta Beirut.
Al año siguiente, Ramsés atacó la fortaleza hitita de Kadesh. La batalla de Kadesh es una de las pocas de aquel periodo de la que tenemos constancia. Creyendo que la ciudadela estaba abandonada, Ramsés se acercó a ella incautamente y cayó en la emboscada de una gran fuerza de carros hititas que había permanecido escondida detrás del fuerte. Aunque el faraón consiguió una ajustada victoria en esa batalla, su ejército quedó tan debilitado que tuvo que retirarse a Egipto y dejar el fuerte en manos de los hititas. Ramsés II siguió combatiendo contra los hititas durante unos 12 años más y consiguió varias victorias tácticas, pero nunca fue capaz de mantener la tierra conquistada durante mucho tiempo.
Además de sus guerras con los hititas, Ramsés fue de campaña contra Nubia y Libia, y extendió así su imperio por el oeste y el sur. No obstante, estas operaciones fueron mucho menos importantes, ya que dichos enemigos representaban poco peligro para la supervivencia de Egipto.